Hay un lugar en este mundo que paradógicamente no parece estar en nuestro planeta. Es un lugar tan irreal, que mientras estuve allí entré como en un trance. Fue como si estuviera dormido, soñando con fantasías, pero sabiendo que muy pronto el tiempo haría su trabajo, despertándome cruelmente a la vida real, a esa vida de relojes, calles, cables y automóviles. Quizas ese lugar no existe y todo tenga sentido. No puede existir. Tal vez, sólo exista en mi relato.

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Allí se encuentra la Tierra de los Kunas. Algunos, de esos que no se atreven a soñar, decidieron bautizarlo como San Blas pero ciertamente se llama Kuna Yala (Kuna = Kuna + Yala = Tierra). Sus habitantes son unos seres muy pequeños que sin nada, lo tienen todo. Es que no necesitan más que seguir viviendo para ser felices. Mientras mantengan los ojos bien abiertos, aquí no hay stress, no hay tristeza y sobre todo no hay apuro. Ellos duermen en chozas fabricadas con palmas, vegetal que además les provee de un delicioso coco que es el único recurso disponible de la zona. Se mueven a través de las olas en canoas impulsadas a vela.  Algunos nadan y conviven con delfines y tiburones. Caminan descalzos ya que sus pies sólo pisarán la arena. Viven juntos, pero separados, en uno de los archipiélagos más maravillosos que alguien haya visto jamás.

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En Kuna Yala, los Kunas son los dueños de la tierra, que está desparramada en 365 islas apetecidas por muchas empresas turísticas en medio del maravilloso turquesa del Mar Caribe. Pero por más ricos y poderosos que fuesen estos empresarios, nunca podrán acceder a ellas ya que estas tierras no pueden ser vendidas sino dentro de la misma comunidad nativa. Por ello, sus habitantes no sólo son sus dueños en una mera noción de propiedad, sino que son los dueños de su destino.

Además de hablar su propio idioma, organizaron una nación con bandera, instituciones y autoridades. Se autogobiernan sin que el Estado se entrometa demasiado en sus asuntos y por decir verdad, lo hacen bastante mejor que los políticos de traje y corbata de la ciudad. Cobran sus impuestos y hacen respetar sus propias leyes que, por supuesto, a muchos turistas les molesta. ¿Les parece que este lugar exista realmente?

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Pero en la Tierra de los Kunas, hay un lugar que roza lo sobrenatural. A lo lejos en el horizonte, veo una isla que me atrae y me lleva a ella sin sentido. No va nadie pero allá voy, como por algún tipo de hipnosis. En la Isla Pelícano hay una densidad de población de 1 habitante, que se llama Tito. Tiene una extensión territorial de no más de 50 mts2 y un bosque tropical de apenas 22 palmeras.

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Aquí se comen exquisitas langostas y centollas que el mar ofrece a voluntad, aunque el menú no incluye cubiertos de plata ni copas de champagne. No hay música más que el rugir de las olas y el zumbido del viento. No hay hoteles con piscinas, ni sombrillas, ni reposeras. Hay una choza, una canoa y un cartel de bienvenida de madera escrito en inglés que hace años Tito no logra descifrar. No hay luz eléctrica, pero hay un reflejo de luna en el mar que dejaría en ridículo a cualquier farol. No hace falta ir muy lejos, ni hacer grandes caminatas, con sólo unos cuantos pasos, ya le has dado la vuelta. No hay más dónde ir, ¿pero a dónde más quisiera ir? Es un lugar perfecto en el tiempo y el espacio. Es un punto minúsculo del planeta, imposible de detectar ya que ni siquiera aparece en los mapas. Tengo la temorosa sensación de que cuando me aleje, la Isla Pelícano y la Tierra de los Kunas se irán desvaneciendo como un espejismo y nadie me crea de su existencia. Quizas no exista. Tal vez sólo exista en mi relato.

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DATOS ÚTILES PARA POTENCIALES VIAJEROS:

¿Como llegar? 

Para ir a San Blas, hay muchas opciones y precios según la comodidad de que ofrece cada uno. Hay tours de u$s 200 o Jeeps que los pasan a buscar por la puerta de su hostal y lo dejan en Cartí por unos u$s 50.

La opción más económica que encontré fue la siguiente:

Tomar un bus a “Cañitas” desde la terminal de Albrook y bajarse en la intersección “Llanos – Cartí”. (u$s 2,50). Desde allí pueden hacer dedo (nuestra elección) o tomar una 4×4 (u$s 15) hasta el puerto de Cartí.

Para ingresar a la reserva deberán pagar una entrada de u$s 10 por persona.

Allí deberán regatear las lanchas hacia las islas. Las más lejanas como Isla Perro o Pelicano, pueden salir entre 10 y 15 dólares. Para utilizar el puerto deberán pagar u$s 1 por persona, en concepto de impuesto.

Para cruzar de una isla a la otra, tendrán que regatear y arreglar precios con los Kunas. Lo mejor es esperar que pase una lancha que vaya para el lado que ustedes quieren ir. Si les queda de pasada, cobrarán mucho menos que si tienen que hacer el viaje por nosotros.

¿Donde ir?

Cualquiera de las islas cobran u$s 7 por dia y por persona para permitir acampar. Les recomiendo quedarse al menos dos noches en cada una para disfrutar de un lugar que se asemeja bastante al paraíso.

Hay islas con buena infraestructura turística como Isla Iguana, Isla Perro o Isla Diablo. Algunas tienen baños, duchas, restaurantes, hamacas, etc. Otras, como Isla Pelícano, no tienen absolutamente nada.

¿Donde comer?

Les recomiendo llevarse comida y bebidas, ya que en las islas que tienen restaurante suelen ser muy caras y otras más vírgenes como Pelicano, deberán autoabastecerse.

Podrán deleitarse con diferentes productos de mar que le pueden comprar a los mismos aborígenes  Deberán arreglar y regatear el precio con ellos.

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