Madrid siempre será uno de los lugares más importantes de mi vida. Fue la ciudad donde inicie mi viaje, dónde llegué lleno de ilusiones y algunos temores. Luego de dejar todo, familia, amigos, trabajo y mi vida habitual; estaba cumpliendo mi sueño de viajar por el mundo. Del otro lado de migraciones, me esperaba Vito con las mismas sensaciones encontradas que yo. Hoy, no sólo es mi compañera de viaje, sino también de la vida. Pero Madrid siempre se ha encargado de mostrarme sus dos caras. Fue mi ciudad de bienvenida y de despedida.

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Es la tarde del 8 de octubre de 2012. En pocas horas estaré sentado en un avión rumbo a Caracas, donde sigue otra etapa del viaje. Luego de tres meses de andar por Europa y Marruecos, meses que cambiaron mi vida para siempre, me despido de Madrid almorzando en el mismo rincón del Parque del Retiro al cual vinimos en mi primer día en España. (Dos bocadillos de Jamón ibérico y dos cervezas, lógicamente después de un mes de abstinencia islámica). Todo sigue igual, sólo las hojas secas en el piso denuncian el paso del tiempo y la llegada del otoño europeo. Acostado en el pasto, recuerdo aquellos primeros días con cierta nostalgia.

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Estaba recién aterrizado de Barajas y ya todo me sorprendía. Me sentía en una película de ciencia ficción al verme viajando en un metro con aire acondicionado. Nos bajamos en la estación Noviciado y allí me la encontré cara a cara. Madrid es una ciudad que tienen una belleza formal, sólo le falta su capa y las flores a sus pies para tener la elegancia de un torero. Sus callecitas, sus edificios, sus balcones, tienen un aire distinguido. Todo el mundo me había comentado del parecido que tenía con Buenos Aires, que yo no le encontré para nada. Chueca fue mi barrio, allí quedaba nuestro hostal. Se encuentra a pasitos de las luces de la Gran Vía, el Callao y Plaza de España. Es uno de los sitios más tradicionales de la ciudad. Está rodeado de bares de tapas, a los que sucumbí al instante. Jamón curado, chorizo de Pamplona, ajíes, patatas bravas, tortillas y salmones fueron ingredientes de las tapas que me llevaron a un frenesí de sabor durante mi estadía. Pero más allá del placer gastronómico, la cultura de bar, del tapeo y de cañas, fue una de las cosas que más me atrapó de Madrid.

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Una tarde fuimos a hacer una de las misiones que tenía entre ceja y ceja. Dentro del barrio de Chueca se encuentra la Antigua Guitarrería de los Hermanos Conde. La casa le supo fabricar guitarras a grandes músicos del mundo, entre ellos a Paco De Lucia. El local estaba cerrado pero toqué la puerta y me atendió Juliana Conde, una viejita simpática que me invitó a pasar y a probar algunos instrumentos. El lugar es muy tradicional, aún fabrican las guitarras allí mismo y completamente a mano. Tiene un aura misteriosa y ese olor a historia, a los años y los músicos que habrán pasado por allí. Por supuesto, no compré ninguno, pero me llevé una gran experiencia y un lindo recuerdo.

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Por la noche fuimos a conocer la Plaza Mayor. Cuando uno piensa en una plaza, imagina árboles, hamacas, arenero y un carrito vendiendo pochoclos. Aquí las plazas son de cemento, tienen algún monumento y mesitas de los restaurantes aledaños. La Plaza Mayor es como una obra de arte al aire libre. Cuando uno cruza la arcada de la calle 7 de Julio (mi cumpleaños!) entra en ese espacio de edificios de tejados negros, pintados con frescos bien al estilo español. Ahí fue cuando mentalmente dije: “Guaaau! Estoy en España!”

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Pero como les decía al principio del relato, Madrid siempre me mostró su dos caras. Al salir pasamos por la Puerta del Sol y vimos como los graffitis y carteles revelan el Lado B de la ciudad.

España, según los españoles, se encuentra en una de las mayores crisis de su historia. Luego de muchos años de bonanza y de despilfarro de dinero hoy tienen graves problemas económicos que llevaron al gobierno ha tomar medidas poco gratas.  En España hay más de 5 millones de parados, el 24% de su población activa y el 51% de ellos son los jóvenes. (A los lectores argentinos: ¿Les recuerda a algo?). La gente no tiene para pagar la renta, ni los créditos que se tomaron en aquellos años en el todo era color de rosa. Así surgió el movimiento de indignados, que se conglomeran en la Puerta del Sol para realizar sus manifestaciones. Como una especie de Deja Vù, escuché y leí las mismas, declaraciones y argumentos que años atrás en nuestro país. Lo que resulta interesante de la experiencia española, es que justamente la crisis es en Europa y no están habituados a tratar con ella. Por un lado, a muchos les cuesta comprender cómo está sucediendo eso en la grandeza europea: “Es que somos España! Joder!”. Y por otro lado, muchos jóvenes comienzan un proceso de autocrítica de su posición en el mundo.

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A la mañana siguiente, Madrid amaneció radiante, como siempre. Entonces fuimos a lo que llamé el Sabina Tour. Caminamos todas sus calles y cada esquina recuerda a alguna canción de Joaquín. Pasamos por la famosa Puerta de Alcalá y almorzamos en el Parque del Retiro (en el mismo lugar donde estoy recordando todo esto, hoy el día de mi despedida). El parque es realmente hermoso. Hay muchos artistas callejeros, pintores, y músicos. Se puede ver a gente haciendo picnic, practicando deportes, leyendo un libro o algún anciano durmiendo la siesta en un banco. Todo está perfectamente limpio y prolijo, sus caminos de piedra y el pasto exactamente cortado en la misma profundidad. En el centro se encuentra el estanque, donde se puede pasear en botecitos o en bicicletas de agua. Dado que es lo suficientemente grande para perderse, nos costó encontrar el Palacio de Cristal, pero la búsqueda valió la pena. Es una belleza, un edificio totalmente de vidrio, que supo ser un gran invernadero y hoy cumple la función de museo.

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Saliendo del parque, me encontré con el símbolo de Madrid: la Cibeles, que enamora, aunque no la vi llorar. Por último conocimos la Catedral de la Almudena y el Palacio Real (al cual llegamos tarde y no pudimos entrar), así que nos fuimos a ver el atardecer a la Puerta de Toledo. Allí hay un bellísimo puente, donde uno puede ver caer el sol por detrás del Vicente Calderón (el estadio del Atlético Madrid). 😛

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El último día, fue para los museos. En Madrid hay dos muy importantes: El Reina Sofía y el Museo del Prado. Ambos son muy grandes, completos y las dos ultimas horas antes del cierre, gratis! Hay obras de Velazquez, Rivera, Picasso, Goya, entre otros. Pero sin duda, la atención mayor se la llevara el Guernica de Picasso. Es la mejor obra de arte que ví en todo mi paso por Europa. Es un mural de un tamaño imponente, con una temática imponente y una belleza imponente. Pero no es que Pablo un día se sentó y pintó el Guernica. Nada de eso! Junto al mural podrán observar todas las pruebas y bocetos que el tipo hizo previo a su realización, lo cual refleja la verdadera genialidad del autor.

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Más tarde, fuimos conocer Atocha, la estación central de trenes. Uno que es de una ciudad ferroviaria se sorprende de la diferencia con los trenes en Argentina. Atocha es como el aeropuerto del tren. Luego le tocó el turno al barrio La Latina, que es el lugar ideal para salir de copas o a cenar por alguno de sus restaurantes. Aquí se encuentra la vida nocturna de Madrid. Si quieren joda, este es su barrio!

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Por la noche, como si fuera un conjuro, nuevamente nos mostró su otra cara. De casualidad quedamos en medio de una manifestación de los indignados. La gente se disponía a marchar desde la Puerta del Sol hasta el palacio de gobierno. Por supuesto, fuimos a ver que sucedía. Las consignas iban desde el repudio a los bancos, al estado, a la globalización, etc. Lo que se respira es justamente un fuerte sentimiento de indignación y una especie de despertar. Allá fuimos caminando junto una multitud de jóvenes españoles recorriendo las calles vacías de Madrid. a marcha en sí misma puede ser un poco graciosa para los argentinos. Digamos que es una marcha a la europea. Es una marcha “civilizada”. Llegados a un punto de la Gran Vía, una guardia de no mas de 20 policías impidió el paso de la movilización. Sin ningún tipo de vallado, los manifestantes se quedaron muy educadamente de un lado y la policía del otro. A nadie se le ocurrió ni siquiera intentar cruzar el cordón policial por la fuerza. Sólo se escucharon algunas canciones de repudio, de melodía monótona y rima un poco dudosa como: “Policía, tu también eres obrero, ponte de nuestro lado”, o la osada  “Que vergüenza me da, ser policía!”. La noche terminó en un bar de tapas, donde casualmente terminaron llegando algunos de los manifestantes.

Vito se levanta de su siesta, y damos unas vueltas más por el parque. Ya se hace tarde y hay que volver a buscar las mochilas al hostel. Con un poco de melancolía, estoy viviendo mis últimos minutos en Europa, aunque todavía queda tiempo para unas patatas bravas. Pasamos por la Puerta del Sol, para encontrar algún lugar donde cenar y otra vez nos llama la atención las pancartas de una manifestación. Pero esta vez, no será un Deja Vú, sino una predicción. No son los indignados, sino venezolanos cantando, y agitando sus banderas. Chávez acaba de ganar las elecciones en Venezuela y nosotros allá vamos.

La ciudad que me dio la bienvenida, me vuelve a despedir mostrándome otra vez sus dos caras, y como es media bruja, un pedacito de lo que  vendrá. Me gustaría, que me diga si me recibirá otra vez, aunque creo en silencio me guiñó el ojo y me dijo que sí.

Adiós Madrid, sé que te volveré a ver.

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